miércoles, 7 de diciembre de 2022

 IX

“Los curadores imparciales”

Diario del artista



Hace unos pocos días fui a la marquetería para recoger dos obras que daré de regalo en Navidad. Una de ellas es en acuarela, de mi autoría, y la otra es una que me encontré en la bodega de mi hermano, revisándola luego de que él se fue al cielo, pintada en la tapa de una caja, y que se la daré a mi madre en estas fechas.

Y como siempre que voy a donde don Bernardo, me quedo hablando mucho rato con él, y siempre parece no ser suficiente, porque tenemos que cortar los temas para poder venirme, y muchos veces lo hago porque ya tengo tanto en qué pensar, que prefiero venirme a "masticar" lo escuchado y conversado, y volver otro día por más combustible de vida.

La última vez que fui, hablamos de grandes artistas costarricenses, principalmente en la técnica de la acuarela, de otros que se quedaron perdidos en el tiempo, y de otros que aunque sus obras cuestan mucho dinero, no han avanzado, porque desde hace muchos años cobran lo mismo, y porque los temas no se ven progresar; pero en fin, eso no fue lo que más rescaté en esta oportunidad.

Hablamos un poco de los grandes curadores imparciales y neutrales, que algunas empresas o galería famosas, contratan para que den su opinión sincera y honesta con respecto a una obra, y que digan el porqué esa obra es hermosa y cuesta mucho dinero, sin opción a que digan lo contrario.

Si esto es así, a partir de la apreciación de don Bernardo, y lo convencido que quedé, no siempre es suficiente con pintar una gran acuarela, sino que es necesario que alguien se fije en ella, le haga publicidad, le suba el precio y la lance a mercados internacionales, en los que se mercadea el arte de manera desbocada.

Inventemos una historia, en un posible escenario, la Galería ABC encuentra a un artista que pinta bien, con temas modernos e interesantes, y le ofrece comprarle las obras en USD1.000 cada una, por el resto de los próximos cinco años, entregando no menos de veinticinco obras anuales.

La galería llama a uno de sus curadores imparciales, bajo salario, y les da un par de obras y el nombre del artista, y ahí empieza la magia.

No es cierto, la magia empezó con el pincel del acuarelista, y terminó al entregarla. Lo que empieza ahí, realmente, es el truco o mercadeo.

El curador, como un poeta, novelista o cuentista, empieza a hacer una maravillosa descripción del trabajo, de cada pincelada, del tema, de los colores, de la sensibilidad y de miles de cosas de la acuarela, seguidos de comentarios sobre el artista, su trayectoria, su capacidad, su historia, y hasta dónde compra el pan por la mañanas: en una hermosa callejuela de la ciudad, entre niños pobres y sucios, que le dan inspiración para su trabajo, alejándose del Palacio de Bellas Artes y de cualquier otro lugar insensible, que le quita el romanticismo de su vida, y no sé cuantas otras mentiras más; y terminan diciendo que las obras se cotizan en mercados internacionales, en no menos de USD5.000 cada una, aunque algunas han alcanzado precios de hasta los USD10.000.

En un mundo influenciable como el nuestro, con nuevos ricos que no sólo no saben en qué gastar su dinero, sino que necesitan aparentar lo que son o lo que tienen, aparecen los grandes y potenciales compradores; incluyendo hasta jeques y nuevos ricos del mundo árabe, que quieren competir con occidente, y que tienen como meta personal, convertir su casa, en aquel calor infernal del Golfo Pérsico, en una réplica del Palacio de Versalles. Más o menos como alguna vez el polo (naco) de Pedro el Grande, quiso hacerlo con San Petersburgo, haciendo una copia, según él, de Paris. (Nota: Paris es incopiable).

El artista vende sus obras a buen precio, la galería las distribuye a un buenísimo costo y los nuevos y nacos ricos, se van felices con sus cuadritos, y todo el mundo feliz y contento.

Dicho lo anterior, si algún día sentís que tus acuarelas no llegan a valer lo que valen las de otros autores, y de alguna forma te parece que las tuyas son mejores, tal vez lo sean, es sólo que el inversionista de la galería, no te ha descubierto.

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